La producción agrícola, como toda actividad, genera una serie de impactos en su entorno. Dichos impactos pueden ser positivos o negativos. Como positivo podemos destacar que se trata de un motor de desarrollo en zonas rurales desde el punto de vista económico y social. Entre los impactos negativos encontramos el consumo de recursos como agua, combustibles, etc.
Los impactos negativos se pueden reducir, eliminar o compensar mediante diversas acciones como:
Todas estas acciones contribuyen a la reducción de la huella de carbono de la producción hortofrutícola.
La huella de carbono se define como el conjunto de emisiones de gases de efecto invernadero producidas, directa o indirectamente, por personas, organizaciones, actividades o procesos, medida en términos de CO2 equivalente. En definitiva, se trata de un indicador que permite medir el impacto de una actividad o proceso sobre el cambio climático.
A la hora de realizar la medida de las emisiones se distinguen 2 tipos:
- Emisiones directas: aquellas que provienen de fuentes que son propiedad o son controladas por la empresa productora, como el consumo de combustibles, electricidad, etc.
- Emisiones indirectas: aquellas que no están controladas por la empresa, como viajes por motivos de trabajo, transporte de insumos, generación y trasporte de residuos, entre otros.
La realización del cálculo de la huella de carbono permite que los productores y empresas conozcan las actividades que más contribuyen a la misma, de forma que puedan actuar sobre ellas para lograr una mayor eficiencia de los procesos junto con un reducción total o parcial de las emisiones.
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