Según datos de la FAO en torno a 833 millones de hectáreas en el mundo se encuentran afectadas por salinidad o sodificación, ello representa el 9% de la superficie terrestre.
La salinización es, por tanto, uno de los problemas mundiales más importantes para la producción agrícola, la seguridad alimentaria y la sostenibilidad, siendo de vital importancia la prevención de dicha problemática y la recuperación de estos suelos para aumentar su productividad.
¿Qué diferencia hay entre salinización y sodificación de suelos?
La salinización se produce por la presencia de sales en el suelo (sodio y cloruro fundamentalmente), que por falta de lavado, se van acumulando progresivamente en la capa superficial, esto provoca que se formen costras salinas que dificultan los procesos de intercambio de energía, agua, gases y fertilizantes, por lo que el crecimiento de la planta se ve impedido.
Los suelos sódicos tienen una alta cantidad de sodio intercambiable, esto provoca una pérdida importante de la estructura del suelo por dispersión de coloides (arcillas y compuestos húmicos), causando compactación y falta de aireación del suelo, factores negativos para el correcto funcionamiento del sistema radicular.
¿Qué problemas provoca la salinización?
Entre los problemas más frecuentes encontramos:
Mala estructura del suelo: el exceso de sales daña la estructura del suelo y estos se vuelven duros y compactos, esto provoca a su vez problemas de permeabilidad, los suelos no son capaces de absorber agua adecuadamente, y esta se ve obligada a discurrir por otras zonas perdiéndose por escorrentía en lugar de ser absorbida por la planta.
Limitación del crecimiento de la planta y problemas de desarrollo provocados por un desequilibrio nutricional.
Pérdida de biodiversidad del suelo, donde se encuentran microorganismos y bacterias que la planta utiliza en su nutrición.
Reducción del agua disponible provocada por la alta concentración de sales o sodio, la cual aumenta la presión osmótica de la disolución del suelo con lo que las plantas tienen mayor dificultad para absorber agua.
Aparición de manchas cloróticas, uno de los síntomas característicos de la salinidad, que con el paso del tiempo se convierten en zonas necróticas.
En ambientes salinos, las plantas se enfrentan a una doble lucha: el efecto osmótico, producido por la acumulación de sales en el suelo, con el fin de poder absorber agua, y la toxicidad iónica, producido por la acumulación de sales dentro de la planta (sobre todo Na2+ y Cl-). Además, la salinidad también produce, a largo plazo, un estrés oxidativo en las plantas. Estos tres factores contribuyen a los efectos dañinos de la salinidad en las plantas.
Los suelos salinos pueden estar presentes de forma natural o ser inducidos por el ser humano a través de prácticas agrícolas no sostenibles.
Prevención y recuperación de suelos salinos y sódicos
Existen algunas medidas que podemos emplear para prevenir y/o recuperar estos suelos, entre ellas destacamos las siguientes:
Cultivar suelos resistentes a la salinidad.
Gestión sostenible del suelo y el agua.
Prácticas de riego adecuadas.
Lavado de sales en la zona de las raíces.
Extracción del agua que se ha infiltrado, de modo que vuelva a ascender por capilaridad, esto se consigue a través de sistemas de drenaje.
En el caso de los suelos sódicos, es necesario intercambiar parte de ese sodio por otro ión menos alcalino (normalmente calcio), disminuyendo así el pH de suelo y mejorando con ello la disponibilidad de nutrientes. Desde Tecnicrop recomendamos el uso de Top-Sal LS, un desalinizante líquido que incluye calcio complejado en su composición, el cual desplaza al catión de sodio del complejo de cambio, permitiendo que los macro y microelementos queden disponibles para la planta, asegurando así un correcta absorción de nutrientes, un mayor enraizamiento y una mejor estructura del suelo. También recomendamos el uso de Vándalo LS, cuya composición en Ca y Mg desplaza los cationes de sodio de las partículas del suelo, mejorando así la capacidad de intercambio catiónico del suelo y eliminando el exceso de sales de la zona radicular.
A la hora de determinar las necesidades de riego y lavado de suelos deben tenerse en cuenta los siguientes factores:
Cantidad y tipo de sales presentes en el suelo.
Conductividad eléctrica.
Precipitaciones en la zona.
Evapotranspiración.
Capacidad de retención de agua del suelo.
Velocidad de infiltración, permeabilidad y drenaje del suelo.
Máxima concentración salina permitida por el cultivo.
Para finalizar queremos destacar la importación de la innovación que tiene un papel clave para solucionar este preocupante problema.